Mente de León y mente de mono

09.04.2014 14:40

Durante este fin de semana he tenido la ocasión de mantener una conversación con una madre de un escolar cuya experiencia en una escuela de Baloncesto no ha sido la más satisfactoria, lo cual despertó en mi mente toda una serie de pensamientos que habían sido objeto de muchas de mis intervenciones en cursos y congreso, e incluso de algún artículo .

 

Hay algo que los adultos responsables de tomar las decisiones  sobre quién debe o no estar al cargo de los grupos de niños no entienden. !Cualquiera no sirve!.

 

Existe la tendencia en el deporte escolar a favorecer que personas cuyo único bagaje es haber jugado a un determinado deporte, sean las responsables de enseñar y educar a los niños y niñas en una escuela o equipo deportivo. Es como si por el solo hecho de ser un buen lector de novelas del oeste o de los periódicos, ya se estuviese en condiciones de enseñar a leer,  o si por el hecho de regentar una panadería o una tienda de comestibles , y calcular las cantidades a cobrar o devolver mentalmente, ya se  posee el crédito suficiente para enseñar a calcular.

 

Pues NO, y eso es lo que pasa en el ámbito deportivo escolar.

 

El caso al que hago mención,  no es único sino bastante más abundante de lo que desearíamos. Es la experiencia de chicos o chicas que son presionados, cuando no acosados, por sus compañeros porque no se comportan como ellos desearían que se comportaran,  no juegan como ellos desearían y, por lo tanto, como su rendimiento no es bueno, hay que maltratarlos en el vestuario, en la cancha y en el propio colegio.

 

Los adjetivos que emplean para referirse a ellos son todo menos amables.  La presión sube de todo cuando ya se traslada a internet, lo cual le añade un nivel mayor de crueldad que muy pocos soportan. En estas circunstancias es cuando el fenómeno de la indefensión emerge, y cuando desean abandonar el deporte lo más rápido que puedan, y dejar atrás todas las humillaciones que han ido recibiendo en una actividad que, en teoría, es buena para todos y todas. 

 

Hay que asumir que cuando se forma una escuela deportiva, no solo se forma un espacio de trabajo y de aprendizaje de habilidades deportivas, son entornos de relación donde el profesor se relaciona con sus pupilos, éstos con él, y de unos con otros. Promovemos la idea de que el deporte es fuerte de bondades y de valores, pero la realidad a veces es otra y debemos estar atentos a ella.

 

Y ahí es donde entra la Mente de León, el león siempre está atento a los movimientos de su manada y a todo lo que le rodea. Se concentra para poder intervenir cuando sea necesario. Un profesor de deportes  debe desarrollar  esa mente. Debe practicar una observación atenta de lo que sucede en su grupo de práctica, dentro y fuera de la pista, de la piscina o del tatami. Debe estar presto a cortar las actitudes y comportamientos indeseables, y a apoyar al indefenso para que no sea víctima de aquellos que lo presionan.

 

Primero son las personas y después es el deporte. Esta frase que se enuncia con gran facilidad, !qué difícil es llevar a cabo¡, sobre todo si el que presiona es el más hábil del grupo, es el que marca más goles o más canastas. El que gana más combates, y al que los demás hacen caso. Mirar para otro lado es abrir la puerta al abuso continuado.

 

Manifestar una Mente de Mono, es decir, una mente que salta constantemente de rama en rama, sin centrarse en lo que acontece delante de sus ojos, que solo está pendiente de lo superficial, es una muy mala estrategia pedagógica. ¿Qué respuesta podría dar a unos padres que vienen a quejarse de que unos chicos o chicas de esa escuela deportiva le hacen la vida imposible a su hijo o hija?, ¿ qué argumentos a su Director cuando éste le pregunte por lo que está pasando en su escuela deportiva o en su equipo?.

Las experiencias deportivas son un derecho de todos los escolares más allá de su nivel de competencia o de sus posibilidades de rendimiento. La consabida manía de los profesores a fijar su atención en los más competentes y dejar de lado a los menos capaces, y de profetizar lo que cada uno de sus escolares podrá llegar a ser o no en ese deporte, es un error de tamaño descomunal. Nada apoya esta capacidad, nadie debería ser aprendiz de profeta en la escuela.

 

La historia nos demuestra cómo si muchos padres hubieran hecho caso de las profecias poco favorables sobre sus hijos en el ámbito académico o deportivo, no hubiésemos disfrutado ni de los dibujos de Matt Groening, ni de las investigaciones de Robert Sternberg o del juego de Emilio Sánchez Vicario. 

 

Ya va siendo hora de dejar de lanzar expectativas negativas a los alumnos que aparentemente no se mueven, comportan o actúan como los libros dicen que deberían hacerlo.

 

Ya va siendo hora de que pensemos en lo que podría llegar a ser si le enseñásemos adecuadamente y promoviésemos su deseo de aprender más allá de su nivel de pericia en es momento.

 

Ya va siendo hora de que seamos intolerantes con los que son intolerantes con sus compañeros de equipo o de clases. Las sesiones deportivas no pueden ser fuente de humillación para nadie, sino fuente de diversión, colaboración, compasión y apoyo mutuo, y si esto no es así, es mejor que no existan y se dedique el tiempo a otra cosa.

 

En nuestras manos está evitar que un alumno pueda decir “Odio el Deporte”, porque tuvimos una mente de mono, y no estuvimos atentos a su solicitud de ayuda. En nuestras manos está promover entre los escolares la necesidad de la ayuda y apoyo mutuo.

 

Desarrollemos una  Mente de León, mente centrada y concentrada en lo que es la labor de las escuelas deportivas, desarrollar buenos deportistas y mejores personas.

 

Disfrutemos de ver como los menos capaces mejoran y alcanzan un mayor nivel de competencia. Disfrutemos con ellos de sus logros y compartamos este hecho con los demás. Ofrezcamos a estos escolares oportunidades de ver que han sido capaces de superar sus limitaciones, no les hagamos unos perennes observadores y no les hagamos los habitantes perennes del banquillo de los reservas.

 

Relativicemos el éxito y el fracaso, filtremos la presión y el estrés que pueda generar la competitividad entre los escolares. El deporte debe ser una experiencia enriquecedora y divertida.

 

Busquemos oportunidades para educar la empatía y la compasión entre los alumnos, enriquezcamos su inteligencia emocional.

 

Aprovechemos la ocasión que nos da el deporte para ir más allá, y formar buenos ciudadanos, conscientes de que todos no son iguales y de la necesidad de aceptarse y ayudarse mutuamente.

 

¿Difícil?, seguro que sí, pero esa es la diferencia entre ser un profesor que está en su clase del que sólo pasa por ella.

 

Artículo escrito por Luis Miguel Ruiz Pérez. Licenciado en Educación Fisica. Doctor en Psicología y Catedrático de Universidad de la UCLM.  Fuente: https://lmruizperez.wordpress.com