Reflexiones sobre metodología del entrenamiento

07.08.2014 12:36

En una ocasión tuve la suerte de ser invitado por Ricard Casas para pasar unos días en Manresa, cuatro días y tres noches de intenso baloncesto durante la disputa de un play off de ascenso a Liga ACB. Charlas de todo tipo, comentarios sobre todo tipo de detalles de la profesión que teníamos en común, preparación de partido, videos,… muchos buenos recuerdos tanto a nivel personal como deportivo, pero sobre todo recuerdo una obsesión por mejorar en todo. Y de un aspecto que aún me paro a pensar (sobre todo en periodo de vacaciones) y que días atrás trasladé a dos buenos entrenadores (y amigos): “metodología de entrenamiento”.

 

Ricard tenía, como todo entrenador, un buen método de trabajo que dividía en bloques de trabajo, y según me trasmitía, cada verano trataba de mejorar para optimizar los defectos encontrados durante la temporada anterior (bien modificando alguno de esos bloques (que no es lo más común) o bien los contenidos de dichos bloques, con aspectos que los hicieran más amplios o con nuevos ejercicios que enriquecieran la manera de trabajar cada faceta del juego).

 

Tras tratar de trasladar aquella pequeña reflexión a estos dos buenos entrenadores, me quedé con la clara sensación de que mi reflexión no había llegado a ellos, pues sus respuestas no fueron en la dirección adecuada (o al menos en la que yo esperaba). El problema claramente fue mío ya que no supe transmitir lo que el bueno de Ricard me hizo llegar a mí hace ya nueve años. Y éste es el primer gran problema de los entrenadores (y tal vez la explicación de porque algunos no estamos/están ocupados en la práctica diaria en algún equipo), pues tenemos claro lo que pensamos, pero el problema radica en la capacidad de transmitir y conseguir llegar a alcanzar los objetivos propuestos.

 

Imagínense si fue difícil llegar a solo dos personas, ¿cómo de difícil no es llegar a diez o doce jugadores?

 

De aquella constante duda (para la mejora constante del proceso de enseñanza aprendizaje entre entrenador y jugador) sobre metodología, me surgen nuevas dudas que van íntimamente ligadas:

 

  • Para evolucionar en algo (lo que sea), debe estar íntimamente ligado a la práctica diaria; sin esa práctica, puedes pensar lo que quieras pero faltará lo más importante, que es el campo de trabajo donde poner en práctica aquello que deseas experimentar y mejorar.

 

  • Dadas las circunstancias del deporte actual y con los largos periodos de tiempo que hoy en día se pasan sin entrenar algunos de los profesionales del banquillo, ¿es posible esa evaluación constante? O más bien habría que plantearse ¿Cómo estar totalmente vinculado a la práctica diaria si no entrenas o ejerces durante un periodo mínimo de dos años?

 

Ambas cuestiones tienen fáciles ejemplos que podrían contestar los propios personajes que voy a citar par tratar de trasmitir o llegar a la idea inicial de forma más clara.

 

A veces, viendo partidos de baloncesto, me trato de plantear aspectos que van más allá de lo que ocurre en la pista, y eso suele estar relacionado con el trabajo previo que sí que es entrenamiento diario. De esos entrenamientos y sus ejercicios, cuesta recordar los enfoques que hacían o hacen buenos los resultados de lo que se pretende trabajar, si además llevas/llevan desconectados durante mínimo dos temporadas, tu metodología puedes considerarla la mejor del mundo, pero lo cierto es que está desconectada de la realidad y por tanto no es evaluable su rendimiento real.

 

En el caso concreto de Ricard Casas, tras un largo periodo de tiempo sin entrenar, volvió a la actividad la temporada pasada en Valladolid y seguro que por ganas y dedicación no hubo problemas, pero no hay ninguna duda de que la gran carencia durante los primeros días de trabajo fue la frescura en cuanto a la tomo de decisiones y lecturas de lo realmente necesitado por el grupo. En ese caso concreto, la técnica de entrenamiento pasa a un segundo plano y la reflexión del inicio no habría tenido sentido durante los veranos sin entrenar, pues te faltan aspectos inmediatos que analizar y examinar.

 

Por el contrario, esto no quiere decir que no se sepa entrenar, pues hay múltiples casos de profesiones que durante años están desconectados de sus trabajos y no por ello se olvidan de sus vocaciones y habilidades, o conocimientos adquiridos: ¿acaso no sabe trabajar una enfermera o un maestro después de estar un largo periodo de tiempo sin ejercer? Claro que sí, lo único que deberán superar serán los inicios y ponerse al día, tanto del entorno como de los medios de que disponen.

 

De esto se llega a la segunda duda, sobre si es posible estar totalmente conectado. Y “creo” es indudable que no se puede estar totalmente vinculado con la realidad (por mucho baloncesto que veas o estudies). Pero, ¿hay alguna forma de tener esa total vinculación?... Habrá quien piense que si y los que piensen que no, yo soy más detractor de la segunda opción, pues aunque el contenido bien aprendido nunca se olvida, e incluso puedes ampliar conocimientos mediante estudios, análisis o lecturas constantes, se requiere la práctica para que haya una total “simbiosis” entre el pensamiento y la realización del trabajo (en este caso en la pista).

 

Lo que empezó siendo una reflexión sobre mejora de la técnica de entrenamiento, acaba derivando en una serie de cuestiones más globales. Los equipos acaban haciéndose con los servicios de entrenadores que sospechan les pueden ayudar a conseguir lo que intuyen puede aportar a sus proyectos, esto es, experiencia, madurez, saber estar, capacidad de liderazgo,… independientemente que sus últimas experiencias fueran hace algún tiempo o no estén muy ajustadas a las ultimas temporadas.

 

Como ejemplo de esto último tenemos los casos de grandes entrenadores que vuelven a la práctica de algún equipo aunque han estado durante dos, tres o más temporadas apartados del mundo del deporte. De entre ellos, se me viene a la cabeza el significativo caso de Mario Pesquera, que tras años dedicándose a sus negocios volvió a la práctica del baloncesto para hacerse cargo de la selección de baloncesto en la olimpiada de Atenas; otro caso seria el de Javier Imbroda que volvió para dirigir a equipos de Valladolid y Menorca (los resultados pueden ser o no significativos, que cada cual juzgue).

Finalmente, solo matizar que para que exista evaluación debe haber trabajo que evaluar y sujetos que evaluar. Sin ese trabajo, está claro que un entrenador puede ganar en saber estar, en paciencia con sus jugadores, capacidad para trasmitir, visión del juego más global,… pero no cabe lugar a la duda si se afirma, que necesitará un periodo de adaptación para poder volver a dar el enfoque correcto a todo aquello que era la práctica diaria.

 

Suerte a todos aquellos que vuelven a la práctica después de largos periodos de tiempo apartados, y felices reflexiones a todos los que nos puedan hacer pensar y mejorar como personas y como entrenadores.

 

Antonio Rodríguez-Rabadán Prieto.

Entrenador Superior de Baloncesto.